Óliver es el cofundador de 1826 Film Lab, un laboratorio cuyo objetivo es mantener viva la fotografía analógica. Para ello, acompañan a los apasionados y profesionales de esta disciplina a lo largo de todo el proceso, desde la venta de carretes al revelado, así como el diseño editorial e incluso la posibilidad de exponer sus fotografías en su espacio.
“Si repaso mi infancia veo que está toda en negativos y ampliaciones. Siempre ha habido una cámara de carrete en casa y en mi adolescencia empecé a utilizarla de manera creativa. Ahí me di cuenta del punto de melancolía y de pausa que ofrece disparar en analógico.”
Hablamos con Óliver de cómo surgió el proyecto y de cómo ha ido evolucionando desde entonces, de la mano por el renacer que vive desde hace unos años la fotografía analógica.
Entrevista a Óliver, cofundador de 1826 Film Lab
Oliver, ¿qué es 1826 Film Lab y a qué debe su nombre?
1826 Film Lab es un proyecto que pretende mantener viva la fotografía analógica, jugando con dinámicas modernas. Nos mueve el amor por una técnica más lenta y pausada en la que hace falta disfrutar y esperar.
Queremos abarcar todo el círculo de la fotografía analógica, no solo la venta o el revelado de carretes, sino también el asesoramiento, el diseño editorial y la gestión de proyectos o el servicio de espacio expositivo.
Elegimos precisamente 1826, el año en el que Niceforo Niépce sacó la primera foto de la historia, para dar nombre a nuestro laboratorio fotográfico.
¿Cómo y cuándo surgió el proyecto?
Empezamos con el concepto hace muchos años, a raíz de juntarnos diferentes amigos amantes de la fotográfica analógica: Rodrigo comenzó montando un pequeño laboratorio, luego se unió Gonzalo, más tarde me incorporé yo y fue cuando elegimos el nombre de 1826 y buscamos un local más grande, hace algo más de seis años. Después llegó Juan y, con él, otros amigos de la comunidad.
En realidad, podría decirte que el proyecto comienza desde mucho antes de juntarnos, porque, como comentaba, nos une el amor por la fotografía analógica. Si repaso mi infancia veo que está toda en negativos y ampliaciones. Siempre ha habido una cámara de carrete en casa y en mi adolescencia empecé a utilizarla de manera creativa. Ahí me di cuenta del punto de melancolía y de pausa que ofrece disparar en analógico.
A partir de ahí, cuando nos fuimos conociendo todos los socios, nos dimos cuenta de que compartíamos esa visión de disfrutar más del momento, de seleccionar los instantes y de buscar la excelencia para volver a los recuerdos.
¿Cómo fueron los comienzos y qué problemas encontrasteis a la hora de emprender?
Nosotros lo hacíamos todo desde el principio: poner a punto la maquinaria, construir nuestros propios muebles, desarrollar el software…
Diría que lo más duro fue encontrar las máquinas y los distintos elementos de nuestro laboratorio, ponerlos a punto y perfeccionar su uso. Algunas de estas herramientas tienen más de treinta años y hay que darles mucho cariño para que vuelvan a funcionar de manera óptima.
En este sentido, destacaría que no hay día que no aprendamos: cómo trabajar una película, qué químicos utilizar, cuáles son los tiempos óptimos…
¿Cómo ha evolucionado el proyecto desde vuestros inicios?
Empezamos ofreciendo lo básico: revelado y escaneado de negativos. Después, poco a poco, fuimos añadiendo mejoras hasta alcanzar este servicio 360º que ofrecemos ahora.
En cuanto a nuestro volumen, por así decirlo, empezamos en una casa, después montamos una oficina pequeña, luego nos fuimos a un local mínimo… y llegamos a Malasaña, donde hoy nos encontramos, hacia 2019.
¿Cuál sería el perfil de vuestro cliente habitual?
Tenemos varios perfiles.
En primer lugar, un público más amateur que quiere probar la fotografía analógica por melancolía o curiosidad.
En segundo lugar, contamos con clientes que son artistas y disparan en analógico como recurso gráfico.
Por último, contamos con profesionales, tanto de la publicidad como de la fotografía editorial, moda o cine, que utilizan la fotografía analógica de manera habitual en su proceso creativo. Por ejemplo, trabajamos con muchas productoras en el apartado de foto fija, para guardar las escenas.
Esto nos da la opción de ‘ver’ en foto algunas películas antes de que salgan, como fue el caso de La sociedad de la nieve.
¿Cuál es vuestro producto o servicio estrella?
El eje conductor es siempre el revelado. A partir de ahí, ofrecemos todo lo necesario para sacar la fotografía a la luz y damos todas las posibilidades creativas a algo tan ‘antiguo’ como un carrete.
Si tuvieras que elegir un sello de distinción de 1826 Film Lab, dirías que es…
Precisamente ese concepto 360º. La gracia en 1826 Film Lab es que cuando traes tu carrete puedes tener la confianza de que aquí realizamos una trazabilidad completa de tu trabajo, porque estamos en cada fase del proceso, desde que entregas el carrete hasta que te llevas los negativos.
¿Hace cuánto tenéis vuestra página web?
Prácticamente desde el principio, porque teníamos claro que así podíamos optar a una cartera más amplia de clientes.
Cuando tu negocio está en Google crece por encima de tu local y esto es clave, ya que te permite ir más allá incluso de las redes sociales.
¿Por qué registrasteis el dominio con GoDaddy?
Porque nos pareció un servicio competitivo, sencillo, intuitivo y directo.
¿Cómo os ha ayudado la página web en vuestra evolución?
Ha sido clave para mostrar lo que hacemos y conocernos más. De hecho, gracias a estar en la red tenemos clientes recurrentes de fuera de Madrid, en lugares donde no tienen acceso a servicios de fotografía analógica o no cuentan con la calidad que buscan.
Incluso hemos llegado a enviar negativos a Hawai.
¿Algún consejo para las personas que se estén planteando emprender?
Lo más importante es no perder la ilusión. Para emprender tienes que poner en juego tu pasión y apostar por algo que te gusta: es el motor que te va a mantener en marcha.